30/9/13

El “sentido común” no sirve para valorar prueba y juzgar rectamente

Peligros de quienes se guían por el "sentido común" en cuestiones técnicas

Es preciso resaltar una cuestión que los “juradistas” pasan por alto: la valoración de los hechos no es una mera constatación fáctica, sino que requiere casi siempre de una evaluación historico-causal que permita distinguir y relacionar causas y efectos en el devenir de los acontecimientos (p.ej., se debe determinar si la muesca existente en una puerta es o no consecuencia de la impronta de una barreta, o si el derrame de una sustancia ha afectado la salud de alguien, o si la conjunción de ciertos indicios configuran la evidencia de autoría penal).

Estas evaluaciones no sólo requieren del correcto funcionamiento de los sentidos (que ni siquiera se evalúan en la selección del jurado), sino que reclaman necesariamente profundos conocimientos de lógica inductiva-deductiva. Sin este conocimiento científico, el “sentido común” de las personas es absolutamente inútil para valorar la prueba que se produce en un estrado judicial.

No hay que andar mucho para encontrar personas que, pregonando aplicar el “sentido común”, no piensan rectamente. ¡Los “juradistas” son el vivo testimonio!

El “sentido común” les dice a los “juradistas” que el juicio por jurado es el sistema más democrático existente. El análisis inductivo-deductivo, por el contrario, nos indica que, si designar los miembros del Poder Ejecutivo y Legislativo por sorteo es absolutamente anti-democrático (p.ej., porque el sorteado puede ser un filonazi que no representa a nadie), también tiene que ser antidemocrático designar a los miembros del Poder Judicial por sorteo.

Conclusión: el “sentido común” del cual se jactan los “juradistas” les hace afirmar los principios políticos más disparatados. El análisis inductivo-deductivo pone las cosas en su lugar, ya que demuestra que el sistema de juicio por jurados es absolutamente anti-democrático.

No es casual que exista una frondosa literatura referida a la valoración de la prueba. Ello es así, porque el “sentido común” no alcanza para juzgar, sino que los jueces deben incorporar a su labor sólidos conocimientos lógico-científicos que exceden a la cuestión jurídica.

Mientras que la tendencia debería inclinarse por exigir más conocimientos a los jueces, la propuesta es la exactamente la inversa: procurar la mayor inexperiencia posible en los jueces (que será un jurado).

El procedimiento para arribar a una certeza razonada no es nada sencillo. Distinguir los meros elementos indiciarios, de aquellos que pueden conformar convicción, es uno de los problemas más complejos del juzgamiento penal, el cual —paradójicamente— se pretende dejar en manos de personas iletradas e inexpertas, que son más proclives a los desaciertos.

Con el juzgamiento a través de jurados, no sólo resulta imposible la evaluación razonada de la prueba que se pone a consideración del jurado, sino que también se pierde el examen crítico de la prueba presentada por peritos.

Los peritos ya traen “masticado” el dictamen de su pericia al debate. Brindan sus conclusiones, aunque sean absolutamente mal razonadas o sin sustento científico (p.ej., no existe un método científico establecido para la determinación de la data de las huellas digitales, sin perjuicio de lo cual he sido testigo de un “perito” que afirmaba la data de una huella en base a que “la veía fresca”). Pero quien debe “masticar” la prueba es el juzgador, en quien se deposita la inmensa responsabilidad de tomar la decisión justa.

El hecho de que se trate de “peritos” hace que el jurado haga propio el dictamen que se les brinda, sin ningún espíritu crítico, cuando una de las funciones más importantes del juez es poner a prueba los conocimientos del perito para determinar cómo arriba a sus conclusiones, y determinar si lo hace sobre la base de razonamientos válidos o sobre razonamientos falsos.

La síntesis es que el “sentido común” no es otra cosa que un relleno de conocimientos generales que todas las personas colocamos en nuestro juicio, para disimular la falta de conocimientos específicos. El “sentido común” no está nada mal para desempeñarse en la vida cotidiana, pero para juzgar es necesario es el “conocimiento científico”.

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