El jurado en manos del mejor postor |
Los promotores del juicio por jurados argumentan: “Es más fácil sobornar a un juez que a doce jurados. Por eso el jurado es menos permeable a la corrupción”. Como siempre, se trata de un argumento falaz destinado a atribuir al juicio por jurados supuestas ventajas que son inexistentes.
Para obtener un veredicto condenatorio en los delitos más graves, las leyes procesales exigen que la decisión del jurado sea unánime, es decir, es necesario que los doce miembros del jurado voten por la culpabilidad para condenar a una persona. Si uno solo de los jurados vota por la “no culpabilidad”, se impone absolver al encausado. Por ello, es falso que sea necesario sobornar a doce jurados para obtener un veredicto favorable: ¡sólo es necesario sobornar a uno solo!
En contraposición, en las causas que no interviene el jurado, debe actuar un tribunal criminal, es decir, un órgano compuesto por tres jueces. De modo que para obtener un veredicto favorable por parte de un tribunal criminal no basta con sobornar a un solo juez (como con el jurado) sino que se impone sobornar a dos de los tres jueces.
La pregunta que se impone es: ¿qué piensan que es más sencillo: hallar a un jurado sobornable entre doce personas sorteadas del padrón electoral o hallar a dos jueces sobornables entre tres jueces que han sido nombrados mediante concurso de idoneidad?
Y esa interrogante nos suscita una pregunta inquietante: ¿son todas honestas las personas sorteadas para integrar un jurado? Hagamos un ejercicio: si dejamos 12 billeteras con dinero en la vía pública con datos del dueño para que sean halladas por personas indeterminadas, ¿serán devueltas todas? Naturalmente no es lo mismo aceptar un cohecho que devolver o no una billetera, pero no hay que idealizar a las personas que conformarán el jurado, pues al no ser elegidas de ninguna forma, su honestidad no se puede testear de ningún modo.
La llamada “selección del jurado” no tiene nada de selección. Se trata apenas de una acotada posibilidad de veto que ejercen las partes sobre algunos de los jurados que ostensiblemente no les conviene. Las partes del proceso no procuran seleccionar un jurado justo y honesto, sino un jurado que falle como necesitan. No se selecciona al jurado, sino el veredicto que se desea. Y cuando hay dinero de por medio y muchos intereses en juego, los límites no existen.
No es casual que en países como Estados Unidos, de tradición juradista, existan buffetes de abogados con personal abocado a la investigación, seguimiento y cooptación de jurados. Y es previsible que en poco tiempo se genere en nuestro país un promisorio mercado judicial, una suerte de shopping jurídico cuyos beneficiarios serán siempre los criminales con menos escrúpulos y más ingresos.
“Lo que pasa es que los jueces son todos corruptos”, dice la gente. Doy fe de que muy pocos los son. La honestidad de la inmensa mayoría de los jueces está asegurada, porque a los jueces sí se los selecciona. En cambio, los juicios por jurado no garantizan en lo más mínimo la transparencia de la administración de justicia. Todo lo contrario: dan mayores chances a la corrupción.
Sin contar con que para obtener un veredicto favorable hace falta sobornar a menos jurados que jueces, lo que facilita la “compra” de un veredicto si interviene un jurado popular (recordemos que en EE.UU. el mafioso Al Capone logró en su momento comprar a todo un jurado), encima los jurados son presas mucho más fáciles.
Imaginemos cómo pensaría un juez al que se pretende corromper. Le ofrecen dinero. ¿Qué hace? ¿Lo toma? Y si lo toma, ¿qué riesgos corre? Un juez tiene mucho para perder. Lo primero es su reputación. También el trabajo, que es estable y no está mal pago. ¿Qué chances de quedar impune tiene? Pocas. Tiene el obstáculo de tener que fundar una sentencia a contramano de la prueba producida en el juicio, lo que enseguida le pondría al descubierto.
Ahora imaginemos cómo pensaría un jurado al que se pretende corromper. Si se deja sobornar, ¿qué arriesga? Nada. No tiene que sostener ninguna reputación y no peligra su trabajo, que nada tiene que ver con la tarea de juzgar. ¿Qué chances tiene de quedar impune? Todas. Como no tiene que fundar su decisión y su voto es secreto, nunca queda al descubierto y nadie lo va a poder juzgar jamás. ¡Es la coima perfecta!
Es un hecho comprobado que el jurado es mucho más permeable a la corrupción que los jueces. ¿Esto significa que con jurados habrá más corrupción? Es difícil saberlo. Pero lo cierto es que el peligro es mucho mayor y el control casi imposible.
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